5.11.06

Llegaba a la ciudad, estaba vivo, iba tomado al pasamano de un micro de la línea tres - viajaba parado - regresaba contemplando esa fotografía del volver, encorvado a la ventanilla veía unas tristezas entre la multitud, después de todo, terminó siendo una tristeza plural. Es que tanta noche fue imposible de soportar, y es probable acaso, que siempre cuente con aquella para relatar mis regresos. Era un 21 de junio, creo que domingo, y mi hermano Ricardo cumplía años. El barrio me esperaba, y sé que nadie sabía bien que estaba haciendo ahí. Lo cierto, es que volvía a los brazos de mi madre Olga y esa noche dormiría abrazado a ella. Con los días, comencé a deducir lo que nos había ocurrido, me costaba salir a la calle y no podía afrontar más apostillas. Un pibe del barrio llamado Roberto, venia diariamente a visitarme, llegaba con su novia de ojos dilatados, insistía en que podríamos salir juntos, a tomar algo por el centro, a caminar, que se yo y no a mi nada. Pasaría muchos días junto a mi madre. Una noche de ojos enormes accedí ir con ellos a una pizzería.

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