21.11.06

Querido amigo:
Hace tanto tiempo que no escucho tu voz. Han pasado algunos años. Es la primera carta que te escribo. Creo que aunque hayas olvidado el lenguaje no tendremos dificultad en entendernos. No seria extraño pero hace trece de tu muerte.
Debés de tener el cuerpo desarmado, lo sé, a mí me fue difícil mantener el cuerpo con vida. Nuestros cuerpos se movían sudados en la inmensa cancha de nieve, efervorizada de balas de sueños de bombas de novias y cuando estallaban los goles, solo los gritaban los que se iban muriendo. Como aquel golazo tuyo amigo querido.
Yo ya me retiré del juego; aunque hoy a la tarde al llegar a una esquina me encontré con tu padre, y fue como ver las luces titilando del sueño que alguna vez tuvimos. El me agarró fuerte la mano y no me dijo nada. Me miró un largo rato y siguió su camino. Yo me retiré a los vestuarios.
Amigo: Gustavo y yo a veces nos emborrachamos juntos, hemos formado nuestras respectivas familias; casi nunca hablamos de vos. Como tu viejo, sabemos que las palabras no son instrumentos para traerte aquí, a esta noche donde los recuerdos se ahogan con el rocío del licor.
Será que la vida y la muerte son ámbitos para limitar nuestros sueños? Brindo porque no lo sean. Salud Pedro. Escribime.
RENGO.- abril de 1995